Los (dichosos) mitos de la lactancia (¡ni caso!)

Hoy os traemos un recordatorio fantástico publicado en la revista Tu bebé que convendría imprimirlo y pegarlo en la puerta de la nevera y recordarlo cada día.

1. Mi leche del principio es aguada y casi transparente.

Es cierto, y esto ha llevado a muchas madres a dejar de dar el pecho cuando es algo que cabe esperar. La naturaleza ha hecho que la leche materna no tenga ni la misma composición, ni el mismo aspecto, ni la misma consistencia en el principio de la toma que al final.

En un inicio es más aguada y tiene menos alimento, y conforme el bebé va succionando, la leche se va volviendo más densa y más blanca, porque es más grasa. Los adultos hacemos lo mismo a la hora de comer.

De primero tomamos alimentos ligeros con un alto contenido en agua (ensalada, verdura…), para dejar hueco al segundo plato, el importante, el que contiene las proteínas. Y, finalmente, comemos el postre, que suele ser lo que nos deja totalmente llenos.

No quisiera acabar este punto sin antes recordarte que es esencial que sea tu propio hijo quien se suelte del pecho, igual que nosotros dejamos de comer cuando ya no tenemos más hambre.

2. Mi bebé no succiona igual durante toda la toma

Lógico, nosotros cuando comemos tampoco estamos todo el tiempo masticando ni tragando, lo más habitual es que hagamos pequeñas pausas para hablar o para llevarnos más comida a la boca, y los bebés hacen lo mismo. Es una cuestión puramente fisiológica.

Al principio de la toma, el bebé succiona rápido y con más ímpetu porque así favorece la salida de la leche. Con este movimiento estimula la areola y provoca que tu cerebro libere grandes dosis de oxitocina, es decir, de la hormona que se encarga de llevar la leche hasta la porción anterior de los conductos de la glándula mamaria.

A continuación, cuando ya siente que le llega la leche, hace movimientos más amplios con la boca para que le quepa más pecho, y así conseguir sacar más cantidad al presionarlo entre la lengua y el paladar.

De modo que los cambios de ritmo a la hora de mamar son naturales.

Algunas madres –quizá tú eres una de ellas– se ponen nerviosas con estos intervalos de succión y pausa e intentan que el niño siga comiendo tocándole la cara u otra parte del cuerpo, pero lo que ellas no saben es que esto puede distraerlo y hacer que se suelte.

3. Mi bebé hace tomas muy cortas: acaba enseguida

También es normal. La frecuencia de la succión y la eficacia del bebé sacando leche del pecho determinan la duración de las tomas. Ni siquiera los gemelos idénticos maman de la misma manera.

Pero ¿acaso hay dos adultos que coman igual? Esto es muy fácil de ver. Imagínate que ponemos a un grupo de personas sentadas a la mesa con la misma cantidad de comida en el plato y las hacemos comer en un tiempo determinado. ¿Qué pasaría?

Lo más probable es que unas comerían demasiado mientras que otras ni siquiera alcanzarían a ingerir el mínimo necesario.

Así que, si todavía queda algún resquicio de aquel “Ponlo 10 minutos en cada pecho, cada tres horas”, tan popular hace unos años, podemos olvidarlo.

Si el bebé ya es mayor y en cinco minutos ya ha mamado de un pecho y tiene suficiente, porque su posición es adecuada y tiene bastante fuerza, tampoco hay razón para preocuparse.

Antes de decir que hay un problema porque el bebé esté poco tiempo al pecho, hay que ser cautos y valorar que mama bien. ¿Y esto cómo se hace?

Comprobando que moja el pañal varias veces al día y que sus cacas son blandas, así como asegurándose de que crece y aumenta de tamaño y peso adecuadamente.

Si se cumplen todos estos puntos, ¡felicidades! Tu bebé no necesita mucho tiempo para saciarse.

4. Mi bebé se suelta y se coge del pecho

Esto no es nada extraño, porque el pecho, además de leche, también le aporta otros valiosos beneficios, como, por ejemplo, calor, amor, consuelo, calma, seguridad, un vínculo fuerte y especial contigo…

Sin embargo, cuando el bebé se siente demasiado acalorado es habitual que se suelte del pecho, llore y vuelva a querer cogerlo. También puede llorar por otras razones, como que hayas cambiado el gel con el que te bañas. Es preferible que uses jabones lo más naturales y neutros posible, sin perfumes.

Si, además del llanto, el soltar el pecho…, tu hijo se muestra inquieto y/o tú sientes dolor, habría que ver qué está pasando. Respecto al bebé, puede tener un exceso de mucosidad que le impida respirar bien mientras toma el pecho y por eso se aparta. Esto es aún más corriente cuando tiene hermanos mayores que están en contacto con otros niños, porque es más probable que puedan resfriarse.

También hay niños que lloran por la impaciencia de esperar a que se active el reflejo de eyección de la leche, por eso es preferible que le ofrezcas el pecho en cuanto observes las primeras señales de que tiene hambre, sin esperar a que llegue a llorar.

5. Mi bebé solo mama de un pecho en cada toma

Es más común de lo que parece. Muchos bebés, especialmente recién nacidos, pasan por esta etapa. A veces es por una cuestión de posición, de la forma del pezón, de los pechos –ya se sabe que no son exactamente iguales–, y en otras ocasiones solo es porque el bebé tiene bastante con el alimento que le proporciona un pecho.

El único inconveniente de esta situación es que puedes sentir ciertas molestias en el pecho del que tu hijo apenas se engancha, pero si te lo vacías un poco con un sacaleches, lograrás aliviar las molestias. Eso sí, sácate solo un poquito, porque el pecho produce leche en la misma medida en la que se gasta.

6. Mi bebé suda mientras está mamando

Le ocurre a muchos niños, sobre todo cuando hace calor, bien sea porque haya llegado la primavera o el verano, o bien porque la calefacción esté demasiado alta. Pero esto es algo totalmente comprensible, porque cuando tu hijo está succionando está haciendo ejercicio físico. Para sacar la leche tiene que hacer fuerza, y eso le hace gastar energía y, como consecuencia, es muy probable que comience a sudar.

Al fin y al cabo, este es el mecanismo que tiene el organismo para equilibrar la temperatura corporal. Y es que como bien explica la física, cuando se evapora el agua de una zona húmeda, la temperatura de esta superficie disminuye.

Con los bebés no hay que guiarse por la temperatura de sus manos o de sus pies a la hora de vestirlos, porque lo habitual es que los tengan fríos, pero no es porque tengan frío, sino que es el mecanismo que tiene su organismo para regular su temperatura corporal.

De manera que, cuando tu hijo esté sudando, por mucho que tenga los pies y las manos frías, no le pongas más ropa ni lo tapes, sino más bien al contrario, en la medida de lo posible quítale tanto prendas como ropa que lo cubra.

7. Mi bebé no come lo que le toca: me he dado cuenta ahora que me saco la leche porque ya he vuelto a trabajar

Nadie mejor que el bebé sabe qué cantidad necesita comer, y la madre puede estar tranquila si ve que crece y se desarrolla dentro de lo que los pediatras consideran normal. Más en concreto, si el bebé hace pipís con frecuencia, sus caquitas son blandas, y además está feliz y contento, no es necesario que coma más de lo que ya come. Esto es igual de válido para aquellos bebés que no se alimentan con leche materna.

Si cogiéramos a 100 bebés de una edad determinada y los clasificáramos según la cantidad de alimento que toman, podríamos observar que hay niños que comen más que otros.

Esto es obvio, ¿verdad? Lo que ocurre es que, si a partir de esos valores se hiciera una media y las recomendaciones médicas sobre lo que debe ingerir un niño giraran en torno a estas cifras, tendríamos que habría niños que se quedarían con hambre, mientras que otros tomarían más alimento del que realmente necesitan. Así que siempre es preferible confiar en el apetito de los niños.