Masaje perineal en el embarazo

Os compartimos un artículo de Ascensión Gómez publicado en la revista Tu bebé que nos ha parecido de lo más interesante.

 

Conocer y ejercitar el suelo pélvico te ayuda a tener una vida sexual más satisfactoria, a prevenir pérdidas de orina, de heces o gases, evitar prolapsos, facilitar el parto y favorecer la recuperación. La comadrona es la profesional más relacionada con tu vida sexual y reproductiva te reconfortará hablar con ella.

Si hay lesiones, la fisioterapeuta especializada en pelviperineología te aportará información, y si es necesario, tratamiento. Siempre estás a tiempo de mejorar.

Este conjunto de músculos y ligamentos es clave en el parto, en el posparto y en tu vida sexual en general. Puedes dedicarle unos minutos al día y comprobar qué bien te sientes:

· Lávate las manos, adopta una posición cómoda (semitumbada, en cuclillas…) y aplica calor o un baño caliente. Lubrica los dedos y la zona con un aceite: rosa de mosqueta, argán…, y puedes usar un espejo, para conocer mejor la zona.

· Introduce el pulgar (el dedo índice y/o corazón si te lo hace tu pareja) presionando levemente hacia abajo y hacia los lados de la vagina. Después balancéalos al mismo tiempo que estiras las zona, hasta que sientas una leve sensación de quemazón. No debe doler.

· Luego coge la parte baja de la entrada de la vagina entre el dedo pulgar y los opuestos, y repite el balanceo para estirar sus tejidos y la piel del periné. Lubrica la zona para que no te tire. Es bueno acabar con estiramientos suaves. Puedes apretar fuerte y relajar varias veces seguidas.

El cerebro olvida todo lo que no ve ni toca. Y resulta que nuestro suelo pélvico está en una zona que no se ve fácilmente (hay que ponerse un espejito y mirar intencionadamente la vulva) y que apenas se toca, porque para poder sentir y localizar la musculatura habría que hacerlo a través del ano o la vagina.

Si a eso le unimos una cultura de tabú en torno a la sexualidad femenina, el resultado es el gran desconocimiento que hoy en día tenemos sobre nuestro propio cuerpo, y lo que es peor, que muchas veces llegamos al embarazo y al parto con una musculatura precaria, incapaz de mantener su función cuando se requiere un trabajo tan intenso como el del parto.