Por qué importan tanto los primeros 1000 días del bebé

Los primeros días en la vida de un niño marcarán su futuro. El grado de desarrollo que alcanza su cerebro desde su concepción hasta que cumple dos años no se volverá a repetir y, de la misma manera que una estimulación adecuada lo favorece, las consecuencias nocivas de un ambiente adverso se hacen sentir a corto y a largo plazo. Pero la realidad es que la línea de salida no es la misma para todos los niños y los que nacen en situación de pobreza empiezan con muchas desventajas.

América Latina y el Caribe han experimentado grandes avances en educación y alimentación infantil en las últimas décadas. La asistencia a la educación primaria es prácticamente universal, la tasa de mortalidad materno-infantil se ha reducido sensiblemente y la desnutrición entre los niños está siendo sustituida por el no menos preocupante problema de la obesidad. Sin embargo, el desarrollo en la primera infancia no ha recibido el mismo grado de atención que la salud y la educación y los avances no son tan evidentes, en parte por la falta de información sobre sus niveles. La prestigiosa revista británica The Lancet, en su tercera serie sobre Desarrollo Infantil Temprano, calcula que el 43% de los niños menores de cinco años en países de ingresos medios y bajos (unos 250 millones en el mundo) están en riesgo de no alcanzar un desarrollo pleno. La forma de reducir esa cifra no radica únicamente en brindarles alimentos, alojamiento y servicios sanitarios sino, muchas veces, en cantarles, hablarles y jugar con ellos.

En los primeros años de vida, los padres y los miembros de la familia más cercanos son los principales responsables del cuidado y crianza de los niños. Pero para aquellos que tienen que lidiar con la pobreza, establecer los lazos adecuados que sirvan de cimientos al aprendizaje, la regulación de las emociones y las relaciones con los demás no es algo tan evidente y jugar con los niños puede parecer una pérdida de tiempo, cuando lo que hace falta es un plato de comida sobre la mesa.

Un estudio realizado en Kingston, Jamaica, enfocado en niños y madres en sectores desfavorecidos a los que se les ha dado seguimiento durante más de 30 años, ha demostrado los beneficios de una atención adecuada durante la infancia para la vida adulta. Durante dos años y una vez a la semana, esas madres recibían la visita en su hogar de promotoras de salud para mostrarles, con libros y juegos, cómo podían convertirse en educadoras de sus propios hijos. Veinte años después, rigurosos estudios han demostrado que los niños que formaron parte de ese programa presentan un mejor rendimiento académico, menos conductas violentas, mayores habilidades sociales y salarios un 25% superiores a los que obtienen aquellos que no se vieron beneficiados por las visitas.

 

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